Se me pasó en unos minutos cuando vi la cordillera, luego vi Brasil y su río amazónico, las mil nubes con truenos de distinto color cada una. Eso me llenaba de una pequeña adrenalina que disfrutaba. Al pasar la noche, después de comer, me quedé dormida hasta llegar a París. Salir del aeropuerto fue muy fácil y rápido, tomamos en seguida un bus que nos dejaba en el siguiente aeropuerto. Llegar a Madrid pasó tan rápido como un suspiro. Del aeropuerto entramos directo al metro. Ambas estábamos irremediablemente calladas, entre mucho que digerir, creo que no sabíamos qué decir. Era un metro distinto, mucho mejor y mucho más suave que el de Santiago, estaban todos hablando en español, de sus vidas, de sus trabajos, casi la mitad del metro leía un libro en vez de estar en el celular. Al llegar a la estación, no teníamos idea donde ir, entonces le preguntamos al guardia del metro y nos dio unas indicaciones rápidas pero muy cariñosas. Caminamos varias cuadras y todo en subida. Al llegar, nos duchamos con urgencia y fuimos a comer algo por ahí cerca. Caminando unos pocos pasos encontramos una vinoteca que se llamaba Herradura, era un lugar muy pequeño que atendía un señor muy amable y divertido. Tenía mucha hambre entonces pedí una tortilla de papas, pensando que vendría solo una tortilla de papas, pero vino un enorme sandwich con tortilla adentro. Pensé que sería demasiado comérmelo, pero al probarlo fue tan rico que hasta pedí ketchup y me devoré la mitad y así guardé la otra mitad para el desayuno.
El día siguiente, fue de locos, caminamos mucho y me llené de poesía y luces cálidas. Fuimos primero a la plaza mayor, que es un solo espacio enorme, donde caminaba un hombre sin cabeza, donde bailaba una cabeza de cabra con un traje brillante de muchos colores. Andaban por ahí hombres haciendo volar pequeñas luces y músicos, mujeres y hombres tocando acordeón, flauta, guitarra, violín, cantando despacio y fuerte.
Caminando por ahí encontramos el mercado de San Miguel, donde conocimos muchas formas de comer pancitos. Luego fuimos caminando a la Catedral Almudena, es una Catedral enorme y hermosa, con vitrales de todos los colores y años pasados, con un órgano inmenso y un techo que te hace recordar lo vitalmente importante que es mirar hacia arriba. Me senté un momento, intenté rezar y entendí muchas cosas que no tienen palabras, sino solo son luces de colores, más bien verdes y naranjas que entran a mi para enseñarme algo que todavía no sé. Yo no soy religiosa y me cuesta mucho creer en un Dios o en Jesús y más aún en la Virgen, pero a veces rezo lo que mi mamá me enseñó de pequeña y a pesar de todo, creo fielmente que dentro de mi hay algo que cuando me concentro en "rezar" me calma y me enseña a seguir. No sé que será, no creo que sea ninguna fuerza mayor, puede que solo sea una meditación o un cariño, un abrazo a nuestros pensamientos que a veces son tan frágiles.
Después de la catedral, fuimos a las criptas de la catedral, donde entierran a los curas y monjas importantes, ese lugar era muy lindo, pero fue un poco raro, me dio miedo estar tan cerca de una tumba de ya casi quinientos años. Al salir de ahí, fuimos a almorzar a un local que estaba casi en cada esquina que se llamaba "Rodilla," ahí vendían unos sandwiches exquisitos con cualquier cosa que te pudieras imaginar, pedimos un menú para 2, que venían tres sandwiches fríos para cada una. Después de ese reponedor almuerzo fuimos al Palacio Real, que fue impresionante. Impresionante es la única palabra que se me ocurre decir. Gigante y hermoso, cada detalle podría ser la vida entera de una persona. Cuando salimos de ahí fuimos a una exposición temporal del Palacio, que se llamaba Cartas al Rey. Aprendí muchísimo sobre la historia de la primera guerra mundial y la historia Española. Estuvimos en total como 3 horas ahí, quizás un poco más.
Al pasar la tarde, nos juntamos con el amigo de la Emi, Marcos, fuimos a tomar un té y yo pedí un postre de pura ansiedad. Hablando con él sobre danzas, vida y calle, se nos pasó rápido la hora para llegar a la Taberna el Cortijo, donde bailaba una buena amiga de la Emi, Carolina. Verla bailar fue de las cosas que no olvidaré, me dejó boquiabierta su energía explosiva, como un volcán muy rojo, muy ruidoso y a la vez muy elegante. No sé, me dieron ganas de aprender a bailar Flamenco, espero con todo mi corazón no botar esas ganas.
El día siguiente nos levantamos muy adoloridas, con ganas de seguir durmiendo, pero no podíamos y no queríamos perder ni un solo segundo. Fuimos a ver la puerta de Alcalá, luego al parque del retiro y porfín llegamos al museo el Prado. Estuvimos mucho tiempo dentro, recorriendo cada detalle. Sin embargo después de dos horas nos comenzamos a fatigar de tanta información y emociones y... hambre. Así que buscamos la pintura El Jardín de las Delicias, de Bosch, que fue la pintura que inspiró en gran parte a Patricio Bunster a crear su obra Tui Sum. Estuvimos mirándola como si el tiempo no existiera, me emocioné mucho, tanto que me dieron ganas de ir al baño.
Ese mismo sentimiento ocurrió cuando vi finalmente el Guernica, en el museo de la Reina Sofía. Esa sensación que a veces da antes de salir al escenario, un dolor de guata que después pasa. Se me aceleró el corazón como loca y tuve que suspirar unas cuantas veces. Ese cuadro significa demasiado y su enormidad me hizo sentir vulnerable, como si tuviera que salir corriendo o quedarme ahí, gritando en silencio. El Museo de la Reina Sofía, debo admitir que me conmovió más que el Prado, me hizo dar vuelta toda mi cabeza y comenzar a trabajar lados de mi cerebro que guardaban polvo de tanto tiempo que no los usaba. Salimos agotadas del Reina Sofía, pensando que el solo museo era una manifestación artística. Por ejemplo en el Prado estaba estrictamente prohibido sacar fotos, en el Reina Sofía no. En el prado había una gran línea separándote del cuadro, en el Reina Sofía no. La Emi me habló de eso, me comentó, "si alguien quisiera entregar su vida al arte y pagar con carne por el resto de su vida, en este museo podría agarrar un cuadro y romperlo, se puede, no hay ninguna barrera, no está la línea separándote de lo que podrías tocar, pero no lo vas a hacer, nadie lo hará porque no es lo correcto, pero podría pasar." Osea, que el museo entero es una manifestación, te provoca, te impulsa y te conmueve. El Prado más que conmovedor, es impresionante, hay cosas de siglos antes de Cristo y eso te para los pelos.
Al finalizar nuestro recorrido por el Reina Sofía, nos juntamos de nuevo con Marcos, le contamos que fuimos a la Feria en la mañana, compramos cinco a libros que en total fueron cinco euros, un cubre camas y un par de topísimos anteojos. Él nos habló mucho sobre su vida como coreógrafo, lo que me motivó mucho más a sacar esa mención. Después de la larga y cariñosa conversación nos fuimos a los 100 montaditos con la Emi, a comer unos pancitos antes de irnos a Lisboa. Me dio un poco de pena irme tan pronto de Madrid, que fue tan maravilloso con nosotras. Su luz incluso en los momentos nublados nunca dejó de brillar. Sin embargo, nos estábamos yendo para tomar un bus a Lisboa, lo que me hacía no soltar una sonrisa imaginaria que me abrazaba desde el aire, es que estaba muy feliz de conocer esta ciudad, donde escribo ahora, donde con calma y respirando despacio pienso que cuando me vaya, será mi deber volver pronto, por amor a mi misma, por amor al cielo y al suelo que me ancla y me hace volar. Como el pajarito que vive dentro de cada uno, es decir cada uno es su propia jaula o su propio cielo. 
No hay comentarios:
Publicar un comentario