sábado, 10 de febrero de 2018

35 horas en Queulat

Jueves 8 de Febrero: Nos subimos al Barco Queulat. Es una barcaza que va desde Quellón, la puntita de Chiloé, hasta Puerto Chacabuco, entremedio para en varios puertos e Islas. Nos subimos con dolor de guata de no poder sostener la felicidad. Recorrimos todo el barco antes de instalarnos.
Habían varios lugares para estar. Estaba primero el salón central que era donde estaban todos los asientos, el baño, las duchas y ventanas. Atrás estaba la cafetería, las cosas que vendían eran exquisitas y baratas, el primer almuerzo fue arroz con carne y la Emi pidió sopita y papas duquesas con nuggets de pollo. Estaba todo exquisito. Atrás de la cafetería había un lugar para estar afuera, con sillas, barandas obviamente y más escaleras para subir y poder ver más el mar. Era increíble. Pasamos por paisajes que no olvidaré nunca. Atardeceres y amaneceres increíbles que llenaron todo mi corazón de magia y vida. Con el viento se fueron los pensamientos que pesan, no cabían entre tantos suspiros de felicidad.
Unas tres horas después de que el barco zarpó, empezaron las turbulencias barquísticas. Estábamos en la cafetería descansado y mirando el amor de una familia jugando cartas, las chiquitas se gritaban y se mataban de la risa culpandose una a la otra de tramposa y el papá riéndose también, pero casi siempre serio porque creo que le daba susto el vaivén de las olas. De pronto hubo una ola gigante, me asusté mucho y le apreté demasiado fuerte la mano a la Emi, siempre hago lo mismo, me siento pésimo cuando lo hago pero no me doy cuenta. La ola fue gigante. El barco se balanceaba de un lado a otro, en las ventanas se veía como subía, subía y subía hasta que se lograba ver todo el cielo por la ventana, después caía muy fuerte a lo profundo de la ola y la ventana se veía como cambiaba a solo mar. Le dije a la Emi que mejor nos fuéramos a nuestros asientos. En la cafetería se movía todo de un lado para otro y me daba mucho más susto. Me senté al lado de una señora muy simpatica, era Marina. Le pregunté si no le daba miedo y me dijo "esto no es nada, el mar está tranquilito." Cuando me dijo eso se me alivió un poco el corazón porque supuse con mayor razón que no nos íbamos a hundir. Cuando la gente se paraba para ir al baño o para trasladarse de asiento, siempre estaban a punto de caerse. Yo intenté ir al baño y choqué con un poste. Luego de un largo rato de susto, el vaivén se volvió rico, nos dió sueño y la Emi durmió, yo también pero acto seguido, me desperté con la ola más grande y de nuevo le apreté la mano a la Emi. Le pedí perdón y la señora del otro lado se reía de mi, pero era muy amable. 
Pasamos la noche entre puerto y puerto, cada vez que llegaba a uno prendían las luces, entonces me desperté muchísimas veces. La señora de mi lado se despidió a las tres de la mañana y nos deseó un buen viaje, su sonrisa era real y me acordaré con mucho cariño de ella cuando recuerde este viaje. 
El día siguiente la Emi durmió hasta las 11 mas o menos, yo me quería despertar para ver el 
amanecer, pero me quedé dormida y apenas me desperté, a las 8 de la mañana, fui corriendo para afuera. Seguía el cielo con toques de noches, las nubes dormilonas, el viento cantando canciones, el mar tranquilo y sano. Fue de los silencios que te gritan para que te des cuenta que por estos momentos estas viva. 
Pasamos el día dando vueltas, ansiosas por llegar a Chacabuco. Nos dieron las 7 de la tarde más o menos, llegamos a Puerto Aguirre, es una isla hermosa, con como 30 casitas máximo, una torre como si fuese un faro y muchísima vegetación. Justo, también, en la puesta de sol, se había despejado, habían algunas nubes. Cuando fui a ver adelante porqué se demoraban tanto, entró un grupo de personas entre 60 y 70 años, corriendo al barco, con banderas negras como piratas, con caras de malos pero de susto también. Se habían tomado el barco porque estaban protestando por las grandes industrias de pesca que les quitan todo el pescado que ellos podrían pescar. Llegaron los pacos, la Marina y estuvimos 2 horas o más esperando a que se vayan. Entre esas horas, todos los rumores de que nos podrían tener ahí 2 días. Me empecé a preocupar, obvio, no tenía señal y estaba en un Isla, la Emi también se preocupó, pero la Emi tiene esa majestuosidad de darle humor a las situaciones densas. En el barco se empezaron a armar grupos, los jipis que apoyaban a los pescadores, se tratan de hermano y son ruidosos, tienen ukelele que no saben usar, cantando canciones de chichas que no saben cantar, ruidosos, insoportables, floreritos de mesa. NO lo digo por amargada, pero gritaban, se reían fuerte, yo estaba cansada, quería dormir y muchas otras personas también. Solo no era la situación para demostrar que ellos "son" la alegría del lugar. Estaban también los señores que le ponen más carbón al fuego, haciendo videos "selfies" para las autoridades del puerto, exigiendo cena gratis y que lleguen pronto para firmar lo que pedían los pescadores. Estaban los franceses que son hediondos, hediondos, hediondos, nunca lo había vivido tan de cerca, las cagaron los franceses. La cosa es que eran solo cuatro jóvenes y dejaron el barco hundido de mal olor. Finalmente estaban los viejos serios, que no querían nada con nadie y se sentaban a leer, probablemente chatos de la situación y entendiblemente cansados. Yo creo que caíamos en la categoría de viejos serios, porque somos tan viejas... y tan serias....

Finalmente la barcaza zarpó a las 10 de la noche, celebramos un segundo y volvimos a nuestros asientos a jugar cartas. La Emi me dijo que soy tramposa, pero no soy y tampoco soy picota. Dejo eso ahí no más. Después la Emi se quedó jugando con mi celular y a las 1 de la mañana me vino el cansancio emocional, físico y espiritual de haber estado casi dos días viajando sobre el mar. Cuando llegamos a Puerto Chacabuco, en sacar las mochilas, esperar a que se bajen los de adelante, etc... tomamos un bus a las 3 de la mañana para llegar a Coyhaique, llegamos a las 4:45. Nuestra idea era dormir en un hostal para no despertar al Arturo, quien es un amigo de la familia de la Emi que nos recibe aquí. No sé en qué estábamos pensando cuando decidimos buscar un hostal a esa hora así que llamamos al Arturo y dijo que nos vayamos para allá, su casa quedaba a mil quinientos pesos en taxi desde la plaza de armas, así que tomamos un taxi y nos fuimos para allá. A esas alturas mi cansancio se había ido, me preocupé de que lleguemos bien a su casita. Llegamos, nos recibió muy amablemente y nos acostamos tan cansadas que hasta nos costó quedarnos dormidas, muertas de frío, pero tan felices. De a poquito empezamos a irnos al mundo de los sueños y paf! Amanecimos como nuevas, queriendo recorrer todo este hermoso lugar. 

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