
Mañana nos vamos al parque nacional Queulat. Es nuestro último día en cama. Coyhaique nos abrazó. Ha sido lindo, hemos recorrido kilómetros eternos en bicicleta, bajadas liberadoras, que te llenan de aire el pelo, que te hacen gritar y reír de felicidad porque estás tan libre de verdad. Fue la última pendiente en bajada, que duró un diez minutos, que solté completamente los frenos de la bici y pensé: "si es que me muero aquí, será en los paisajes más lindos que he latido, en la velocidad exacta para que vuele todo en mi." Iba tan rápido que si algo me frenaba iba a morir y volaría. En mi cabeza me imaginaba esa situación mucho más poética de lo que se pudo haber visto. Volar... todo lo que esa palabra significa. La mayoría del tiempo me da mucho miedo morirme. Suelo superar mis miedo cuando grito en mi cabeza, como gritaba teniente Dan de "Forest Gump" en la tormenta de mar, en el mástil del barco: "Esto es todo lo que tienes?!" Le gritaba al mar. Le pregunto a las cosas que me dan miedo eso, por ejemplo a la oscuridad, sé que puedo más y me desafío hasta que ya no me de miedo. Casi siempre termino corriendo de miedo porque no doy más, soy muy cobarde, pero a la vez me siento fuerte porque he superado el miedo a ver luces que no existen. Entiendo mis miedos y me abrazo, me hago nanai, me quiero y repito ininterrumpidamente que "aun estoy bien."
Veo luces que no existen desde que tengo memoria. No estoy loca, solo es.

El martes fuimos a Puerto Aysén y de Puerto Aysén a bahía acantilada. Es un lago hermoso, con las montañas nevadas encima tuyo. Nos tocó justo un día despejado y hacía mucho calor. Nos bañamos harto rato jugando con la cámara acuática que me regaló mi papá. La Emi se puso barro en la cara y le copié, estuve harto rato pensando si me sumergía entera o no, hasta que lo hice y fue tan rico. Me daba susto que me atrapara el monstruo del lago, pero se me pasó en cuanto me sumergí. Nos tuvimos que ir rápido si, porque el bus salía en una hora y estábamos a media hora del terminal. Me dieron ganas de llorar como una niña cuando nos tuvimos que ir. Hacía tanto calor y era de los lagos más lindos en los que he estado, quería tanto seguir nadando ahí y pasar la tarde sumergida en el agua. Me sentí como una niña de 3 años cuando nos fuimos, pero no dije nada, fui madura y comí un bonobon.
Mañana partimos a Queulat y luego hacia el norte, nuestro último lugar va a ser Cochamó, luego partimos a Santiago. Extraño Santiago de cierta forma, ser parte de la locura fugaz. Me gusta, pero me aterroriza volver. Mi cabeza pertenece allá, mi corazón y todo el resto de mi cuerpo aquí, con el viento que nos canta canciones de alamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario